La detección del primer objeto con una órbita similar a la
Tierra suscitó todo tipo de especulaciones fantásticas hace un cuarto de siglo,
pero ahora un estudio de investigadores españoles descarta cualquier naturaleza
artificial. La roca, por cierto, ha vuelto a visitarnos
Pocos días antes de la muerte del cantante Freddie Mercury,
en noviembre de 1991, un astrónomo estadounidense llamado James Scotti
descubría un objeto de varios metros de diámetro muy cerca de la Tierra y, lo
que entonces era algo completamente inédito, con una órbita muy similar.
El sorprendente avistamiento suscitó todo tipo de
interpretaciones, como que podría tratarse de un satélite que caía hacia
nuestro planeta, ya que por la forma en la que reflejaba la luz parecía tener
paneles reflectantes. Rápidamente surgieron las teorías más extravagantes.
Algunos especularon con la idea de que no solo era una sonda artificial, sino
que había sido colocada en nuestro vecindario próximo por una inteligencia
extraterrestre con la intención de estudiarnos.
«Siempre que se produce el primer descubrimiento de un nuevo
tipo de objeto, la falta de una referencia previa da lugar a interpretaciones
que muchas veces rozan lo fantástico y que a la larga resultan ser
incorrectas», explica el investigador independiente Carlos de la Fuente Marcos,
coautor junto a su hermano Raúl, de la Universidad de Stanford, de un nuevo
estudio que desvela la auténtica naturaleza del misterioso objeto, 1991 VG. Sus
resultados aparecen publicados en la revista «Monthly Notices of the Royal
Astronomical Society».
El visitante espacial desapareció de la órbita terrestre en
1992, pero volvió a saludarnos el pasado agosto, esta vez desde un poco más
lejos, lo que, no faltaba más, hizo resurgir las teorías alienígenas. Claro que
ahora los científicos están más preparados para desentrañar sus secretos.
Además, un cuarto de siglo después, un objeto que se pasea igual que la Tierra
no resulta tan extraordinario, ya que se conocen varios cientos, todos ellos
asteroides, que se mueven en órbitas parecidas a las de nuestro mundo. Las de
algunos de ellos se parecen tanto que incluso pueden ser considerados
cuasi-satélites.
Descartado el origen artificial
«Los nuevos datos obtenidos por los telescopios del
Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile confirman que la órbita de este
objeto no es tan parecida a la de la Tierra como se pensó en un principio. Y no
hay ningún dato objetivo que nos pueda llevar a pensar que no tiene un origen
natural», explica el investigador. «No puede ser hardware lanzado desde la
Tierra (etapas de cohetes o sondas que ya no están operativas), ni tampoco
sigue una órbita particularmente favorable para estudiar nuestro planeta, ya
que sólo se nos acerca cada 25 años o así, tal y como hacen muchos otros
asteroides que siguen órbitas de herradura con respecto a nosotros», continúa.
De hecho y como se discute en su trabajo, hay varios asteroides que siguen
órbitas muy similares a la de 1991 VG, el más grande de ellos, 2014 WA366.
El objeto fue capturado por la gravedad de la Tierra y se
convirtió en una miniluna en su primer vuelo, ya que cumplió dos criterios
importantes para ello: tener una órbita elíptica y completar una revolución con
respecto a la Tierra. Con eso es suficiente para llevarse el título si no se
tiene en cuenta un tercer requisito, más restrictivo, que implica recorrer la
elipse al menos una vez. Y eso 1991 VG no lo hizo. Sin embargo, los autores del
estudio no descartan que vuelva como una miniluna en un futuro.
la nave extraterrestre que nos vigilaba en 1991 ¿sigue ahi -
la nave extraterrestre que nos vigilaba en 1991 ¿sigue ahí?
La roca, describen en la investigación, probablemente no es
mayor de 10 metros, más pequeña que la responsable del evento de Cheliábinsk,
que en 2013 liberó aproximadamente diez veces la energía de la bomba atómica de
Hiroshima, rompió cristales, derribó muros y más de mil personas resultaron
heridas. «Más allá de su probable tamaño, su órbita y los detalles de su
dinámica (pasada y futura), no se conocen otros datos», indica De la Fuente
Marcos.
¿Es un Arjuna?
El científico cree que el objeto, u otro mayor del cual este
sería un fragmento, puede tener su origen en el cinturón de asteroides situado
entre las órbitas de Marte y Júpiter. Sin embargo, también explora un escenario
curioso, el de la producción «in situ». «Dado que nuestro planeta parece tener
su propio cinturón de asteroides, designados por algunos como Arjunas, es
posible que estos estén sufriendo procesos de fragmentación y den lugar a
nuevos asteroides tan pequeños como 1991 VG», señala. Esta hipótesis novedosa
podría explicar el exceso aparente de objetos demasiado pequeños en órbitas
similares a la de la Tierra. «Quizás 1991 VG y 2014 WA366 sean fragmentos de un
objeto mayor», subraya el autor.
Los nuevos datos indican que 1991 VG continuará
relativamente cerca de nuestro planeta hasta mediados de 2019. Después nos
dejará durante un par de décadas para volver a aproximarse a finales de 2037.
Muy probablemente, el objeto permanecerá sin ser observado de 2019 a 2037 como
ocurrió de 1992 a 2017.
En cualquier caso, ahora está en fase de acercamiento,
alcanzará magnitud 24.4 (la más brillante posible, que aun así es muy débil y
está solo al alcance de grandes telescopios) del 25 de febrero al 26 de marzo.
Durante ese acercamiento, es probable que desvele más datos sobre sí mismo,
como su composición o su ritmo de rotación. Lo que está claro, nos guste o no,
es que la historia de alienígenas ha llegado a su fin.
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